En mi querida ciudad Condal la figurita más importante del pesebre es un tío cagando (que no encontré en mi pesebre textil) y nuestra versión de Papá Noel es un tronco con barretina que caga regalos previa paliza con un bastón...y claro, yo, que estoy hasta la seta de limpiar calzoncillos por los “accidentes” de Chuchi I y cambiar pañales a Chuchi II, no acabo de pillar esa fascinación escatológica...¿pero qué pasa aquí con la mierda?...lo único que se me ocurre es que esta corriente actual de cagarse en todo y en todos viene de muy lejos, y ahonda en una arraigada cultura popular...fíjate tú, ahora va a resultar que el “mecagüen” famoso de toda la vida, castizo y gitanil por excelencia, va a tener sus raíces en un tronquillo catalán que desde hace muchos años realiza su labor cagadero-festiva con eficacia e ilusión...
Y me digo: “pues voy a comprar un Caga Tió para mis chuchis”. A lo que inmediatamente me respondo: “¿De verdad vas a meter un tronco con boina en casa para explicarles a tus hijos que hay que ponerle un plato con comida todos los días y cebarlo como a un cerdo para luego darle una somanta a palos hasta que cague todísimos los regalos y después acabar tirándolo al contenedor de residuos orgánicos?”
Este año compro muchas bolas. Y de todos los colores.
Infelices Caga Tiós a la espera de la paliza final... |
P.S.: Quiero que conste en acta que el Caga Tió forma parte de una linda tradición y mis hijos lo celebran en el colegio y en la guarde, ¡y disfrutan como locos! Es sólo que aquí una tiene demasiados prejuicios ecologistas al respecto...
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